A mi lápiz se le quebró la punta, ¡qué problema!, yo quise sacarle otra y de girar se mareó. Lo guardé en el estuche, pero en vez de descansar me dijo: ¡yo ya estoy listo!; es hora de trabajar.
De vuelta le saqué punta y me quedó bien finita, ya puedo escribir tranquilo y hacer la letra prolija.